Venezuela: Las primarias son como el Falke
Por Ibsen Martinez | El Nacional
I He aquí lo que la semana pasada he escuchado decir a un curtido observador —un sujeto muy descreído— acerca de las elecciones primarias: “Son la idea perfecta para la perpetuación del régimen”.
Según él, este es el momento ideal para elegir al candidato que Hugo Chávez necesita para ningunearlo y volverlo pomada todos los domingos en Aló, Presidente, desde hoy hasta las elecciones de diciembre. “De llegar a efectuarse — añade—, las primarias sólo servirán para escoger al candidato más popular entre los habituales de la plaza Altamira”.
Hay juicios aún más fulminantes, tan fulminantes que por sí solos deberían poner fin a la discusión sobre la pertinencia de unas primarias gerenciadas por Súmate.
El más fulminante lo emitió José Vicente Rangel, una de las inteligencias políticas más diabólicas que hay al sur del río Bravo. A José Vicente Rangel también le parecen una buena idea las primarias.
Mediten sobre eso, queridos amigos opositores, mientras voy a hacer pipí.
II Ya estoy de vuelta.
Lo repetiré un poco más alto para que me oigan mejor los que están allá al fondo: ¡A José Vicente Rangel le parecen del carajo las primarias! Es casi lo peor que puede decirse de ellas. Como para pensarlo dos veces.
Dicho lo peor, luce apropiado anotar que no soy de los que quema incienso ante la frase “organización no gubernamental”.
En muchos casos, las ONG persiguen insondables intereses privados. Lo hacen hablando un “lenguaje crítico”, lleno de tecnicismos para consumo del ámbito público. Autoinvestidas de respetabilidad ciudadana y tecnocrática, puntillosamente se hacen percibir como ajenas al estercolero moral de “los políticos”. Pero sus métodos pueden muy bien ser los de una secta satánica o una logia mafiosa.
De nada de ello acuso a Súmate, considerada por muchos como una corporación ciudadana no gubernamental cuyo mejor blasón es el de ser un organismo “técnico” de alta competencia.
Pero no tengo más remedio que ser leal con mis instintos y, tratándose de ONG, mis instintos me llevan a preguntar, sin “animus injuriandi”, cuándo y dónde se llevaron a cabo las elecciones primarias que otorgaron a María Corina Machado y a todos los demás apuestos y elegantazos directivos y directivas de Súmate —¡Parecen salidos del elenco de L. A. Law!— el mandato de convertirse en proactivos agentes de lo que, en rigor, debe ser una solución política, en el mejor sentido del término “político”, al problema del candidato único de oposición.
“María Corina nos quiere gobernar”, suelta con sorna a mi lado un pana famoso por su mirada de tomógrafo capaz de desentrañar los motivos ajenos por muy soterrados que estén. Yo, que debo ser el más candoroso de la barra, le pregunto:
“¿Por qué dices eso, bro?” Mi amigo mueve la cabeza, desahuciándome, y pide otra ronda.
III Lo que sigue podrá parecer una digresión, pero no lo es.
En lo siguiente discurro sobre la propensión de nuestra clase media —el lecho rocoso de electorado opositor— a dejarse ilusionar con propuestas que desestimen la noción de lucha prolongada, que hurten el cuerpo a la complejidad de la política como actividad humana, y a favorecer las maquinaciones que prometan una salida rápida y un ilusorio retorno al status quo anterior a 1998.
Recuérdese la sucesión de inconducentes disparates, invariablemente “atornilladores” de Chávez, a los que la masa opositora, ofuscada por una cultura de la antipolítica, ha brindado su apoyo sólo porque “le han sonado muy bien”.
No lo ha hecho sin ayuda, por cierto:
gran parte de la “dirigencia” opositora, rehén de los medios televisivos a los cuales ha cedido ya en varios momentos estelares su obligación de elaborar astutas políticas de largo alcance, en la mayoría de los casos no ha hecho sino seguir a la multitud, sin intentar ilustrarla ni mucho menos dirigirla, aun al costo de decir cosas impopulares.
¿Qué tiene todo esto que vengo diciendo que ver con las primarias de María Corina Machado?
IV Se argumenta que con las primarias se garantiza el más amplio consenso en torno al candidato único de oposición.
Esto suena democrático; sumamente democrático, por la sencilla razón de que es lo democrático.
Tan democrático que no tengo nada que oponer a ello. Si se trata de escoger al más popular y de que la escogencia corra a cargo “de la gente”, no hay nada que objetar. Sólo que estoy seguro de que, una vez más, la emocionalidad y la autocomplacencia moral de nuestra clase media — tan admiradora de María Corina, por lo demás— la llevará a equivocarse de nuevo.
Si hiciese falta un ejemplo de cuán propensa ha sido “la gente” a equivocarse a la hora de enfrentar a un caudillo con tanto apoyo entre los desdentados como es Chávez, me permito recordar que “el más popular”, el candidato “de la gente” en la última elección presidencial, fue nada menos que el comandante Arias Cárdenas, hoy obsecuente embajador de Chávez ante la ONU, luego de desdecirse de todo lo que fascinó a la masa opositora y a mis amigos de Izquierda Unida, antaño llamada Unión.
Es a “la gente” —a la errática gente— a quien hoy se le pide que elija ¡ahora mismo! su candidato. Por ello las primarias son el potencial inminente autogol que la masa opositora —adviértase que no digo “la clase política de oposición”, sino “la masa opositora” — puede volver a marcar en la pizarra de éxitos electorales de Hugo Chávez.
Un autogol de la misma calidad, pero de consecuencias seguramente más desastrosas e irreparables que a) la carmonada, b) el paro petrolero y c) el abstencionismo visceral con que el revés de agosto de 2005 llevó a “la gente” a abstenerse de votar en las parlamentarias, entregándole varios de los estados-bastiones de la oposición a la marea roja.
En el caso del paro de la CTV —la chispa que encendería la pradera, ¿recuerdan?—, contra el que opinaron experimentados políticos democráticos y perspicaces observadores —que sabían que un paro convocado por una organización corrupta y venida a menos como la CTV no podía funcionar—, y que tuvo como resultado final la captura de Pdvsa por Chávez, el argumento fue el mismo: “Lo pide la calle, la gente: la idea del paro es popular”.
Ni más ni menos afirmaron los directivos de Súmate en su rueda de prensa: “La gente quiere las primarias”, nos dicen, e invocan en pro de la idea cifras aportadas por Alfredo Keller y por Consultores 21, dos equipos de desempeño tan inobjetable que sus cifras coinciden: 60% de los consultados quiere las primarias.
Pues bien, yo digo que no dudo que así sea, pero digo también que ese 60% consultado se equivoca, tal como se equivocó la mayoría de la masa opositora con Arias Cárdenas, con Carlos Ortega, con el paro petrolero y como se equivocó al abstenerse de participar en las parlamentarias.
Llegado aquí, y a propósito de los pareceres de la mayoría, calza bien una cita de Ibsen —el bueno—, el dramaturgo noruego que tanto admiró la maestra de escuela que fue mi madre: “El peor enemigo de la verdad y de la libertad en nuestro medio es la compacta mayoría.
La mayoría nunca tiene razón. Nunca.
Esta es una de las mentiras convencionales contra la que toda persona libre y reflexiva debe rebelarse. ¿Quién integra esa mayoría? ¿Sabios o necios? Pienso que debemos acordar que los necios están, actualmente, en abrumadora mayoría en todo el mundo... La mayoría tiene la fuerza, sí —desgraciadamente— ;pero no la razón. Es la minoría la que suele tener razón”.
V De lo que se trata no es de escoger el candidato más popular, el más apartado de lo que Chávez representa, el que “haga juego” con el centro comercial San Ignacio, el más buen mozo y “harvardiano”, ni el que, para decirlo con palabras de Rubén Blades, tenga los dientes rubios como Troy Donahue; sino de dar con el candidato que nos conviene, así no sea el más popular entre quienes ya están contra Chávez. Mientras más tiempo nos tomemos para ello, mejor.
Se trata de acordar políticamente y al más alto nivel de competencia en la toma de decisiones políticas, sin halagar ni ponerse a la zaga de “la gente”, quién es el candidato que más daño le hace a Chávez, el que pueda arrebatarle un contingente importante del defraudado electorado pobre, y no de elegir a quién gratifica mejor la emocionalidad —respetable, pero hasta hora inconducente— de la plaza Altamira.
Doroteo Flores —el inolvidable personaje de Falke, de Federico Vegas— pensaba que el mismísimo Juan Vicente Gómez había facilitado los medios para embarcar en una sola arca de Noé a toda la oposición capaz de derrocarlo, a los viejos generales de montoneras y a los jóvenes estudiantes del 28, y rasparlos todos juntos no bien desembarcaron en Cumaná, donde taimadamente los estaba esperando el ejército.
El único que verdaderamente tiene prisa por saber quién será el candidato de la oposición es Chávez. ¿Por qué sacarlo de la duda antes de tiempo? ¿Por qué ayudarlo una vez más como se hizo al entregarle el Alto Mando del Ejército y Pdvsa?
El candidato que se suba hoy a las primarias de María Corina comprará boleto para el Falke.