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Por qué Uribe

Instituto Libertad y Progreso ILP

22.05.06 | Para un instituto como el nuestro, que se define a sí mismo como ajeno a intereses políticos y partidistas, y que confronta por primera vez, desde el inicio de sus actividades, una elección presidencial, no resulta fácil decidir sobre la conveniencia de hacer un pronunciamiento público sobre la que sería su preferencia electoral. Sin embargo, nuestro instituto se fundó con el propósito de defender y promover una determinada filosofía política, que es la liberal, y que fue el centro de unión y convergencia de todos los que, hace cerca de diez meses, decidimos dar origen a esta iniciativa. Esta vocación resulta estar, entonces, ligada por esencia a los temas políticos; tal vez no a los temas eminentemente electorales, pero sí a las alternativas que en el marco de las políticas públicas se ofrecen a la nación colombiana. Por esta razón, y basados únicamente en un análisis sereno y juicioso de lo que se puede esperar de cada uno de los candidatos, resulta inevita ble para nuestro instituto expresar una preferencia. De acuerdo con nuestras ideas, y con nuestra percepción de la realidad actual y las perspectivas futuras de Colombia, creemos que un segundo período del actual presidente Uribe es, entre las opciones disponibles, la que más conviene a nuestro país.

Somos conscientes de que, en la política democrática, las decisiones se toman al considerar las alternativas disponibles en la realidad. Con frecuencia, algunos de nuestros colegas se pierden en sueños en los cuales imaginan un candidato ideal, una especie de encarnación integral y total de todas sus ideas políticas. Al hacerlo sufren de una especie de desconexión con la realidad, e ignoran que el poder político, el poder de tomar decisiones efectivas, recaerá sobre alguno de los candidatos de carne y hueso. Desde nuestro punto de vista, y considerando las alternativas reales, creemos que Álvaro Uribe hace una oferta de políticas y enfoques superior a la de sus contrincantes. Esto no significa que no tengamos reparos a algunas de las propuestas del candidato presidente, ni que no creamos que hay aspectos de su manera de gobernar que deben ser modificados (ver más abajo).

Por qué Uribe: Álvaro Uribe es el político que mayor claridad ha tenido en Colombia, tal vez en décadas, sobre el aspecto más fundamental de la organización política de cualquier nación: la función primordial, primera y más importante del poder público es proteger a las personas. En la sociedad moderna, las funciones de un gobierno frecuentemente van más allá. Pero si esta no se cumple a cabalidad, la sociedad es inviable, no importa qué tan bien se desempeñe el gobierno en los otros campos de acción. Una sociedad en la cual el asesinato, el secuestro, el terrorismo, la extorsión, el robo, la destrucción de infraestructura, y la expulsión de las autoridades locales, son realidades de la vida diaria ante las cuales el Estado se muestra negligente, es una sociedad que falla en lo fundamental. Y como falla en lo fundamental, está condenada a desempeñarse de manera mediocre en todo lo demás. En una sociedad así, no hay esperanza alguna de superar la pobreza, de hacer crecer la economía, de llevar servicios públicos a todos, de extender la salud y la educación, etc.

La estrategia conocida como "política de seguridad democrática", a pesar de lo que dicen sus críticos, ha sido un éxito evidente. Dicen algunos, por ejemplo, que la guerrilla no se ha acabado; pero sería totalmente ingenuo pensar que una guerrilla con cuatro décadas de vida, y que prosperó como actor de poder gracias a la negligencia de sucesivos gobiernos, pueda ser reducida totalmente en cuatro años. Dicen también que es equivocada porque la presencia del Estado no debe ser exclusivamente militar. Lo último es cierto pero, a menos que el Estado logre el control efectivo de su territorio, jamás podrá expandir la justicia, la policía, la salud, la educación, y los servicios domiciliarios. ¿Alguien recuerda cuánto duró la presencia de las autoridades civiles luego de que entró en vigencia la "zona de distensión"? Claro está, la política en mención necesita algunos ajustes, pero, en nuestro concepto, esta es acertada no sólo en su concepción , sino en sus estrategias de ejecución. Si Colombia abandona esta iniciativa, cometería un terrible error histórico.

Gracias en buena parte a los resultados ostensibles de esa política, y a la gran capacidad que el presidente Uribe ha mostrado para generar confianza, la economía colombiana pasa por un excelente momento. Es cierto que también esto se debe a otras causas, como por ejemplo el boom que se vive en los mercados de productos básicos. Sin embargo, el crecimiento actual de la economía colombiana no es tan dependiente de este boom como muchos creen. Tampoco es un producto exclusivo de la expansión monetaria. Es producto de haber tomado decisiones correctas en el momento indicado. El presidente ha cometido muchos errores en el ámbito económico, y es allí donde es más importante hacer correctivos. Sin embargo, convencidos como estamos de que el desarrollo económico se basa en la creación de condiciones más que en la ejecución de políticas concretas, creemos que en lo económico Uribe es de nuevo la mejor de las opciones disponibles.

Y, también por las razones anteriores, creemos que Uribe es la mejor opción disponible en el frente social. La pseudo-sabiduría convencional dicta que si Uribe ha sido bueno para la economía y la seguridad, es obligatorio decir que no ha sido bueno para "lo social". Sin embargo, si dicha expresión se lleva a cifras verificables, el récord de Uribe podría resultar mejor que el de muchos de sus antecesores. Además, no existe mejor política social que la seguridad, pues son los pobres quienes más sufren con la violencia: ellos no pueden contratar ejércitos de escoltas, ni irse a vivir a Miami, y deben resignarse a perder su empleo o su ingreso por causa de la violencia. Su realidad es la de estar sometidos a los caprichos de los violentos.

Como puede verse, nuestro análisis se basa en buena medida en lo que Uribe ha mostrado, y no tanto en lo que promete en su a veces errática campaña. Los resultados concretos y verificables son un argumento más válido que mil discursos.

Por qué no Carlos Gaviria

Carlos Gaviria, el candidato del Polo Democrático, ofrece un programa económico incoherente, irrealizable y casi suicida. Ofrece una política de paz ingenua. Ofrece una política social populista, de aquellas que sólo dejan decepciones. Y ofrece un enfoque internacional que aislaría a Colombia de la economía mundial, y alinearía a nuestro país con la tendencia de socialismo autoritario que promueve Venezuela.

La propuesta económica de Carlos Gaviria sufre de un problema básico, consistente en que no le cuadran las cifras. Como bien señaló recientemente Juan Carlos Echeverry (El Tiempo, mayo 20), Gaviria hace propuestas que reducirían las fuentes de financiación, mientras promete incrementar el gasto. En muchos aspectos, su agenda económica parece dictada más por la ideología y las pasiones que por la razón. Sólo así se explicarían propuestas como la confiscación parcial de las reservas internacionales, la "recuperación para el Estado de sectores estratégicos", y la de devolverle al ejecutivo el manejo de la política monetaria y cambiaria. Esto no es nuevo. Todo esto ya se ha puesto en práctica, y sin excepción alguna las consecuencias han sido desastrosas. Su posición sobre el TLC se basa también en ideas fanáticas en contra del libre comercio.

En el área de seguridad, no hay nada que decir, porque sobre esto Gaviria no parece tener posición alguna, como no sea la del desmonte de la política actual. Ha dado un bosquejo de una estrategia en la cual, lo que en rigor es el papel fundamental del Estado, se convierte en una opción subsidiaria, la cual podría en marcha de no lograr apaciguar a los grupos armados con su política de paz. Esta, a su vez, se basa en la creencia ingenua de que, como su plataforma es "social", será facilísimo llegar a acuerdos con la guerrilla. Al parecer no hay consideración sobre el costo que tales acuerdos tendrían, y que podría ser simplemente el desmonte del sistema democrático.

Por qué no Serpa

El candidato Horacio Serpa no ofrece alternativas serias ni coherentes en ningún aspecto de la política pública. De hecho, sus planteamientos sufren constantes mutaciones, y al parecer dependen del auditorio y del momento. Algunas de sus pocas propuestas concretas, como la de duplicar el salario mínimo, son simplemente ridículas. No conocemos tampoco una propuesta seria de su parte en materia de paz y seguridad. Ni tampoco sobre el TLC. Ni tampoco sobre los dilemas que en relaciones exteriores tendrá que confrontar Colombia. En materia económica, su campaña parece limitarse a repetir discursos sobre "lo social", los cuales no están respaldados por planes concretos. Por esta razón, es muy poco lo que sobre Horacio Serpa puede decirse como opción electoral.

Si Uribe triunfa

En nuestro concepto, de resultar beneficiado con la reelección, será necesario que Uribe corrija el rumbo en varios aspectos.

En primer lugar, su gobierno deberá ser más institucional y menos personal. El estilo de gobierno que Uribe ha implantado tiene aspectos muy positivos, y era sobre todo justificable por el hecho de que en 2002 recibió un país sitiado y en crisis económica. Pero, por el bien del país en el largo plazo, su segunda administración deberá concentrarse menos en sus capacidades personales, y más en la configuración de instituciones eficientes y bien dirigidas.

Uribe debe aterrizar un poco más en lo económico. Su defensa del TLC deberá refinarse, pues hoy por hoy se limita a hablar de todo lo que exportaremos. Esto no sólo es una defensa incompleta, sino que hace al tratado muy vulnerable en los debates. Deberá ser consicente de que el rumbo de la economía no depende de sus órdenes, y así evitará caprichos como la imposición de controles de capital. Deberá comprometerse también con la modernización de las instituciones fiscales, y entender que el crecimiento del país y la derrota de la pobreza no requieren de decisiones específicas, sino de la creación de condiciones generales.

La política de seguridad democrática deberá evitar errores y arbitrariedades, como los que se vieron con algunas "capturas masivas", si se quiere que dicha política mantenga el respaldo popular. Estas enmiendas son además necesarias desde un punto de vista ético. Pero sobre todo, Uribe deberá evitar dar marcha atrás en esta iniciativa o detenerla.



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