Evo, lejos del paraíso
Por Ricardo López Göttig
19.05.06 | Desde hace ya algunos años, el deterioro institucional y económico de la vecina República de Bolivia se está acentuando, a pesar de los continuos cambios de presidentes. El actual presidente Evo Morales, surgido de elecciones inobjetables en las que obtuvo una importante mayoría de sufragios a su favor, se halla atrapado en la propia trampa populista que supo alentar como líder de la oposición a los presidentes constitucionales Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Meza, a los que logró desplazar con marchas y ciudades bloqueadas por sus partidarios.
El populismo genera altas expectativas de recompensa material y simbólica, extremando sus argumentos que trasponen el límite de lo posible. Articula deseos irredentistas de recuperación del territorio perdido en la guerra del Pacífico de 1879 con Chile, así como demandas de rápidas mejoras materiales que, paradójicamente, conducen a políticas que empobrecen a la población. De este modo, se teje en el discurso una magnífica telaraña de rivales poderosos y enemigos titánicos, a quienes se culpa de los males existentes, y solamente el líder y su partido derrotarán a estos "enemigos del pueblo". Ello requiere, pues, salir de la institucionalidad republicana, puesto que las reglas constitucionales y los valores del pluralismo democrático son vistos como obstáculos en esta epopeya liberadora. El sufragio, el parlamentarismo, el sistema competitivo de partidos políticos son vistos como meras formalidades de una fachada impuesta por esos "enemigos del pueblo".
Los seguidores de Evo Morales, reunidos en el partido MAS y en el Estado Mayor del Pueblo, han estado tomando sectores de la administración pública por la fuerza, recurriendo a la violencia para imponer a sus partidarios en puestos jerárquicos. Semanas atrás, los "masistas" intentaron imponer a uno de los suyos como director del Hospital Caja Petrolera de Salud, en la región de Santa Cruz, hecho que fue impedido por la resistencia de médicos y enfermeras. Estos actos se repitieron en la aduana, la central obrera departamental, migraciones e impuestos internos, entre otros organismos oficiales. Sin embargo, ante la proximidad de comicios para la Asamblea Constituyente que reformará la Ley Fundamental de Bolivia, el MAS ha impuesto la calma a sus seguidores, con el objetivo de no restar votos para esta contienda electoral.
Ahora bien, esta misma lógica populista es la que lo impulsó a Evo Morales a decretar la estatización de la explotación del petróleo y el gas, expulsando de este modo a las empresas extranjeras que hoy están operando en ese país vecino. El presidente Evo debe demostrar que está dispuesto a enfrentar a quienes desde la oposición señaló como los causantes de la pobreza de los bolivianos, aun cuando ello signifique ahuyentar la inversión extranjera y desalentar la inversión privada nacional. Y a estas medidas fue llevado no sólo por su prédica anterior, sino por las tomas de minas que se están denunciando en algunas regiones del país.
La inseguridad jurídica, es decir, la ausencia de normas claras y la vulnerabilidad del derecho de propiedad y los contratos, es la enemiga del pueblo boliviano. En este sentido, no es menos preocupante su alineamiento en política exterior con la Venezuela de Hugo Chávez y su petropopulismo de exportación, y con la Cuba de Fidel Castro, tan necesitada de algún tipo de amistad tras el derrumbe soviético. La Comunidad Andina de Naciones (CAN) ha sido prácticamente sepultada por las exigencias de Hugo Chávez a los gobiernos de Colombia y Perú de que no prosiguieran con sus tratados de libre comercio con los Estados Unidos, una demanda que Evo Morales acompañó. Los presidentes Álvaro Uribe y Alejandro Toledo, contrariamente a los deseos del presidente venezolano, rechazaron estas exigencias. Esto llevó a que se reflotara el viejo proyecto del ALBA, la Alternativa Bolivariana para las Américas, ahora con el nombre de Tratado del Comercio de los Pueblos (TCP), compuesto por Venezuela, Cuba y Bolivia. Y, curiosamente, se ha dejado trascender que habría librecambismo para las hojas de coca, que ingresarían a Cuba y Venezuela con arancel cero…
Evo Morales seguirá con su política populista, llevando al extremo las tensiones que ha sabido alentar cuando estaba en la oposición, desatando un sinfín de demandas materiales y simbólicas imposibles de satisfacer, soslayando que los recursos son siempre escasos. El bienestar de los bolivianos no dependerá de la multiplicación de ministerios dedicados al desarrollo ni de estatizaciones, sino de recrear las condiciones institucionales para que progresen la iniciativa privada y la inversión. De otro modo, Evo estará cada vez más lejos del paraíso que prometió.
Ricardo López Göttig es historiador y Director del Instituto Liberal Democrático de CADAL. Autor del libro "Los fundadores de la República" (2006).
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