EL “ALCA” DOMINA -Y DIVIDE- AL CONTINENTE
Por Emilio J. Cárdenas (*)
Publicado originalmente en el diario argentino El Federal, 10.11.05 | La reciente “Cumbre de las Américas”, en Mar del Plata -más allá de su acostumbrada pompa y de los lamentables incidentes en su derredor- no arrojó resultados positivos. Lo que no es una sorpresa. Porque la historia reciente de nuestra región sugiere que las visiones y prioridades de sus integrantes están divididas.
Mostró, sin embargo, la realidad. Lo que siempre ayuda. Porque, de espaldas a ella, es casi inevitable cometer errores. Hoy se sabe -inequívocamente- donde están los distintos países del Continente Americano, quién es quién, y cuáles son sus diferentes perspectivas. Pero también quienes construyen y quienes destruyen.
La “divisoria de aguas”.
Paradójicamente, el tema que hoy divide en dos a la región es el mismo que provocara el nacimiento de las “Cumbres” regionales, el del ALCA.
En efecto, el ALCA (o sea el acuerdo de libre comercio regional) fue el tema central del primero de estos encuentros a nivel presidencial que tuviera lugar en 1994, en la ciudad de Miami, respondiendo a la convocatoria del entonces Presidente Bill Clinton.
Al final de la “Cumbre” de Mar del Plata, la enorme mayoría de los países (29 de ellos sobre 34, más del 85% de las voces) se pronunció en favor del libre comercio regional y solo cinco en contra.
De éstos últimos, solamente uno (Venezuela) ideológicamente en contra. Los otros cuatro (los que, con la Argentina, conforman el alicaído “MERCOSUR”) también en contra. Pero no terminantemente, ni para siempre. Por sus propias razones, expresadas -como casi siempre es el caso- sencilla y correctamente por el Canciller de Brasil, Celso Amorín, un hombre que “no habla para la tribuna” y sabe dejar -sabiamente- de lado las pasiones y escuchar. El señaló -con toda razón- que el diálogo sobre el ALCA está ahora subordinado al avance de las negociaciones multilaterales que tienen lugar en el ámbito de la “Rueda Doha”.
La mayoría en la región
Los países que avanzan de la mano de los norteamericanos en dirección a la libertad comercial son mayoritarios. Representan el 64% del PBI hemisférico. Entre ellos están México y Canadá que saben, por experiencia propia, de los resultados ventajosos del NAFTA. México, por lo demás, estuvo activamente empujando en dirección de avanzar con un ALCA, “a la carta”. Esto es, con quienes estén listos para hacerlo. Con los primeros 29 que quieran subirse al tren del libre comercio. Sin esperar a los demás. Sin detener el reloj.
También están los países centroamericanos y la República Dominicana, que suscribieran un acuerdo de libertad comercial con los Estados Unidos en el 2004 y se aprestan, luego de las ratificaciones parlamentarias del caso, a ponerlo en marcha. Y Perú, Ecuador y Colombia que suscribirán su propio acuerdo de libre comercio con el país del norte a fines del mes en curso. Asimismo Panamá, que está negociando su convenio individual con los norteamericanos. Y, desde luego, Chile, que tiene su acuerdo vigente desde hace largo rato y no desea sino profundizarlo.
Dicho sea de paso, Chile (país que está económica -y mentalmente- por lo menos una década delante de los demás, en Sudamérica) acaba de cerrar la negociación de un acuerdo de libre comercio con China. Nada menos que el primero firmado por un país occidental con la potencia asiática. Se suscribirá formalmente el próximo 17 de noviembre, en la reunión de APEC. El mismo, cabe destacar, incluye a los productos del agro y es especialmente atractivo para la fruta chilena que podrá ingresar sin barreras al mayor mercado del mundo. Desmiente así algunas “fantasías” que sugieren que ésto no es factible. Contiene, asimismo, unas pocas excepciones en el sector de los bienes industriales y deja fuera de la liberación tarifaria a algunos productos que los chilenos consideraron “sensibles”, como los textiles y los de la llamada “línea blanca”.
La posición del MERCOSUR
Los países del MERCOSUR son, lejos, los que han sufrido el mayor daño causado por el proteccionismo agrícola de los países “del norte”, que -por décadas- ha diezmado sus economías y sembrado miseria. Por esto, insisten -en la Rueda Doha- que la liberación comercial no debe excluir a los productos del agro. Porque, en el sector rural, sus miembros son los que más tienen que ganar. Ocurre que el milagro rural brasileño, que ha desplazado de muchos lugares de privilegio a la Argentina (aún aferrada a una extraña “visión” del agro, que propugna que el agro argentino debe -antes que nada- producir alimentos baratos domésticamente, por lo que se “conmueve” profundamente ante los aumentos de precios y casi “prefiere” que no ocurran, lo que -con solo esa perspectiva- es una aberración económica), ha puesto a los dos países: Argentina y Brasil, en la misma línea de interés en la cuestión.
Pero sabemos que los Estados Unidos no harán concesiones parciales sustanciales en el sector agrícola (como la requeridas en el ALCA para los países del MERCOSUR) antes de lograr que Europa (que dedica el triple de recursos que los norteamericanos a subsidiar a su sector agropecuario), Japón y Corea del Sur acuerden liberar sus sectores agropecuarios.
El daño que llega de Europa
Por ahora, Europa (intimidada por Francia, hoy campeón mundial del proteccionismo agrícola cuyo costo directo traslada a la Unión Europea y cuyos costos indirectos, o sea el daño que por décadas ha demolido a economías como la argentina) “arrastra los pies”. A una oferta sensata de los Estados Unidos, que la región debió apoyar, la Unión Europea respondió con una actitud mezquina. Los americanos habían pedido a los europeos que redujeran en un 83% sus subsidios. Los europeos ofrecieron un insatisfactorio 70%, que además pretenden demorar en el tiempo para “adaptarse”, dicen. A pesar de que ellos no dieron a nadie, en su momento, posibilidad alguna de “adaptarse” al “tsunami” de daño por ellos provocado, que distorsionó implacablemente las corrientes tradicionales de intercambio; deprimió los precios internacionales de los productos del agro; y nos cerró herméticamente sus mercados principales.
Pero lo más grave ocurre en materia de “acceso a los mercados”. Los Estados Unidos sugirieron una reducción arancelaria promedio del 90% y los europeos contestaron con una oferta “final” (según el Comisionado Mandelson “histórica”) de un vergonzoso 46%, que atento las altas tarifas -de un nivel del 80% al 100%- sumado a la pretensión de exclusión de posiciones de productos para los europeos “sensibles” (el 8% del total de las posiciones, pero lo sustancial de las importaciones) en rigor, no cambia nada. Esto es, conforma una “tomada de pelo”. Tanto los Estados Unidos como el G-20 (donde está la Argentina) han convenido que se aceptará solamente que el 1% del total de los productos agrícolas que reciben protección sea, en el futuro, considerado “sensible”.
Lo cierto es que si las tarifas no se reducen en, por lo menos, un 75% de promedio, no habrá acuerdo.
Pese a su mala fe, propuesta europea ha mantenido “viva” a la reunión de Hong-Kong, que no obstante luce poco viable, por lo que la Rueda Doha tiene resultados inciertos.
El gigantesco daño acumulado sobre países como la Argentina, Brasil o Uruguay hace imposible para el MERCOSUR aceptar hacer concesiones en otros sectores. Lo que llevaría a la Rueda Doha a un fracaso que -lamentablemente- no puede descartarse, cuando estamos en una peligrosa cuenta descendente por salvarla.
La oportunidad perdida
Todo esto debió explicarse bien. A propios y ajenos. Francia, Japón y Corea del Sur son los grandes responsables de no corregir una situación que nos ha empujado a la decadencia. Los Estados Unidos, en cambio, parecen estar haciendo esfuerzos.bastante más honestos- en dirección a desarmar la máquina de dañar que es el proteccionismo agrícola, a la que -por ahora- pertenecen.
La “Cumbre” fue una oportunidad ideal para transmitir serenamente esto. Y explicar donde están nuestros problemas: en la inaceptable asimetría de la liberación comercial que algunos pretenden, en detrimento nuestro.
Los visibles resentimientos, mezclados con el torcido “folklore” ideológico de algunos, y con una triste cuota de ignorancia en otros, lo impidieron.
(*) Ex Representante Permanente de la Argentina ante las Naciones Unidas
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