Perdedurismo: los perdedores de la globalización enarbolan su bandera
Por Gustavo Lazzari | Fundación Atlas 1853
27.08.05 | Un nuevo paradigma pretende surgir en la Argentina. En la coqueta ciudad de Pilar se realizó un Seminario llamado el “Consenso de Buenos Aires” en el cual se oyeron una serie de voces antiglobalizadoras y recomendaciones de política económica con mayores controles, desconfianza a los mercados privados y políticas activas para resolver la pobreza, fomento estatal a la investigación e industrialización dirigida por el Estado.
Un invitado de lujo como Joseph Stiglitz aconsejó al Presidente Kirchner hacer una quita al Fondo Monetario Internacional tal como la hizo a los jubilados y bonistas privados.
Los antiglobalizadores son extraños. En particular porque su accionar es extremadamente globalizado. La reunión se hizo en el mas lujoso hotel de la globalizada cadena Sheraton. Los relojes pulsera de la mayoría de los asistentes eran de marcas globalizadas como Rolex o Tag. Algunos de ellos, obtuvieron globalizados premios por sus productos elaborados en sus fincas privadas. Mientras degustaban el mejor vino de la Argentina seleccionado por los globalizados chefs de internacionales restaurantes. Pulularon pcs, notebooks, celulares, emails, chat, mensajes de texto y demás “monstruos de la globalización”.
El “Consenso de Buenos Aires” no se llevó a cabo en un “hotel recuperado” de Berazategui, ni se regó vino en damajuana, ni las invitaciones se enviaron por carta estampillada en el correo oficial.
El dato mas relevante es que las sonrisas del gobierno, sustentadas en las encuestas preelectorales, tienen una explicación globalizada. Si China no se hubiera globalizado, el precio de la soja, trigo y otros commodities estaría por el piso, y con ello, el gobierno no recaudaría retenciones a la exportación y el superávit fiscal sería igual a cero. La chequera de Kirchner estaría vacía y el gasto público electoral sería tan magro como los votos. El gobierno deberá agradecer a la globalización el resultado de las elecciones de octubre.
“La globalización tal como nos la pintaron terminó siendo algo falaz, una enorme mentira” decía el Jefe de Gabinete Alberto Fernández en dicho cónclave. “Los noventa fueron como las plagas de Egipto” decía la Senadora Cristina Kirchner, mientras que “el crecimiento económico bajo el modelo de industrialización dirigido por el estado fue el mejor período de expansión de la región” afirmaba el Secretario adjunto de la ONU José Antonio Ocampo.
El neo estatismo (¿salvaje?) de la Argentina va tomando forma. Enarsa, Telesur, controles de capitales y de precios, apriete a las empresas, incumplimiento de contratos y voracidad fiscal.
Volverán los ¿“cargos públicos hereditarios”, los “vaciamientos de las empresas públicas para financiar negocios privados”, “la corrupción para obtener un teléfono”, “los sobreprecios en las compras gubernamentales”, “las coimas para obtener permisos de importación”, “la subfacturación de exportaciones”, “el desabastecimiento de los productos controlados”, las “tarifas subsidiadas”?
El temor a la globalización manifestado en dicho cónclave responde claramente a una actitud timorata.
Johan Norberg, autor del libro “En defensa del capitalismo global” sostiene que
“Durante los últimos treinta años, el hambre crónica y la magnitud del trabajo infantil en los países en desarrollo han sido reducidos por la mitad. En las últimas cinco décadas, la expectativa de vida ha subido de 46 a 64 años, y la mortalidad infantil ha sido reducida del 18% al 8%. Estos indicadores son mucho mejores en la actualidad en los países en desarrollo de lo que fueron en las naciones más ricas hace cien años.
En una generación se ha duplicado el ingreso promedio en los países en desarrollo. Tal y como lo ha observado el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, en los últimos 50 años la pobreza global ha disminuido más que en los 500 años anteriores a eso. El número de pobres absolutos—gente que vive con menos de un dólar al día—ha sido reducido de acuerdo al Banco Mundial en 200 millones de personas en las últimas dos décadas, aún cuando la población mundial creció en 1.500 millones durante ese período.”
El fracaso argentino, es argentino. Hecho en casa. Culpar a la globalización y a los organismos internacionales es típico de perdedores. Las plagas de Egipto son también los impuestos, la ineficiencia del gasto, la corrupción disfrazada de empleo público, las leyes laborales y la voracidad fiscal. Estas medidas no fueron pensadas en escritorios globalizados sino en los consensos locales, algunos de ellos “nacionales y populares”.
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