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Alfredo Toro Hardy se quito la mascara

Por Aleksander Boyd

Londres 17.08.05 | Hace algún tiempo el embajador de Venezuela en el Reino Unido, Alfredo Toro Hardy, dio una pequeña conferencia en la prestigiosa London School of Economics sobre un libro de su autoría que versa sobre el tema de la globalización. El país vivía en ese entonces tiempos de gran efervescencia política debido al paro petrolero. Un grupo de ciudadanos y estudiantes venezolanos se dieron cita en el lugar para escuchar los argumentos del embajador y espetarle algunas preguntas que, sin duda, le causaron no poca incomodidad. Recuerdo claramente sus palabras en cuanto a la naturaleza del estado y la importancia de mantener las instituciones que lo representan separadas del ámbito político. "Yo soy un funcionario de estado, mas no de una parcialidad política o gobernante en particular" nos aseguro Toro Hardy a los allí presentes.

Mi primera impresión de su persona fue desfavorable. De voz quebradiza y actitud pusilánime este funcionario fracaso en crear, por lo menos en mi persona, una imagen respetable. El haber estado involucrado en activismo y organización de eventos de carácter político me llevo a sostener posteriores encuentros con el embajador. Cada oportunidad era propicia para tantear el terreno y medir su temperatura chavista. Durante el acto publico de escrutinio de votos que sostuvimos luego de concluida la jornada electoral del pasado 15 de Agosto, unas llamadas telefónicas causaron preocupación. Los coordinadores por la oposición de los centros de Hamburgo y Viena alertaron que el escrutinio de los votos había sido inexplicablemente suspendido por funcionarios consulares. Le pregunte al embajador si estaba al tanto de los motivos que hubiesen podido causar tal arbitrariedad, ilegal por demás, a lo cual respondió que el viceministro de relaciones exteriores había dado instrucciones precisas de suspender tales actos a nivel mundial, para evitar que los resultados llegasen a Venezuela antes que el CNE diera su boletín informativo. Esto con miras a no crear matices de opinión favorables a ninguna de las opciones del referendo. No obstante, y al cesar lo que es del cesar, Alfredo Toro Hardy desestimo la orden recibida desde Caracas y de acuerdo a la legislación permitió la continuación del acto con toda normalidad.

Como ya todos sabemos los venezolanos residentes en el exterior votaron masivamente a favor de la revocación del mandato de Hugo Chávez (94% de los votos). Elogie tanto publica como privadamente la acertada decisión del embajador por considerar que ciertamente el hombre era funcionario de estado. Con respecto a llamados a renunciar el embajador, en mas de una ocasión me dijo, "y si yo me voy de aquí, ¿a quien crees tu que van a mandar? De seguro a un chavista!" Escuchando relatos de trato entre funcionarios diplomáticos y venezolanos en otros países europeos llegue a la conclusión que, efectivamente, los que aquí residimos éramos afortunados al tener un verdadero diplomático a cargo de la embajada.

"¿Tu sabes cuantas veces me han venido a solicitar permiso para eventos de carácter político en el Bolívar Hall?" me comento en una oportunidad el embajador. "Varias, y no he querido ceder ya que ese es un espacio para la promoción de la cultura". La falta de honorabilidad es característica común de todos aquellos relacionados con la administración pública en Venezuela y lamentablemente Alfredo Toro Hardy ha dejado de ser una de las excepciones.

Recientemente, el 10 de Agosto para ser mas preciso, concedió permiso a una organización propagandística chavista, creada por un economista de la alcaldía de Londres, para celebrar el lanzamiento, en el Bolívar Hall, del ultimo libro del consentido apologista anglo-chavista Richard Gott. Este señor fue despedido del periódico izquierdista The Guardian, hace algunos años, por haberse descubierto sus nexos con la KGB, a quien pasaba informacion confidencial. Oradores estelares del evento fueron, por supuesto el embajador, quien alabo suficientemente el libro, y figuras radicales como Gott, el fundamentalista Tariq Ali, miembros del partido verde y sindicalistas ingleses.

Como acabo de desayunarme sobre el tema decidí llamar por teléfono al embajador para indagar, habida cuenta de la naturaleza propagandística y política del evento realizado, sobre la posibilidad de llevar a cabo entonces eventos similares que reflejen el otro ángulo de nuestra realidad política. Por su respuesta intuyo que todo acto laudatorio de la dizque revolución de Chávez es cultura, crítica a la gestión del apátrida no califica. Ya se imaginaran cual fue su respuesta.

Así, fallece pues el carácter apolítico de otro de nuestros espacios culturales a manos de un nuevo militante de la política exterior, no de Venezuela, sino de Hugo Chávez. No estaba tan errado, después de todo, en mi apreciación inicial…



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