Cuatro reflexiones para la promoción "Fidel Castro"
Manuel Caballero | El Universal
24.06.05 | Es inusual que un presidente extranjero apadrine una promoción de oficiales. Pero en el caso del líder antillano es singularmente grave porque se trata de un mandatario que ha actuado militarmente en Venezuela
Los egresados de unos estudios militares del más alto rango, hacen apadrinar su promoción con el nombre de Fidel Castro. Antes de entrar a analizar el hecho y sus significaciones políticas y militares, es necesario aclarar varias cosas. La primera es que, se dijo, se trata de una acción voluntaria de los ahijados. Eso, aun si fuera una verdad como un templo, "no se lo creería ni Dios", como suelen decir, entre blasfemos y devotos, los españoles.
En primer lugar, porque, hace ya algún tiempo que el propio presidente de la República declaró que "en la Fuerza Armada mandamos Dios, Bolívar y yo", lo que en su verbo y en su acción significa que esas tres divinas personas son un solo Dios verdadero : el Héroe del Museo Militar. Hay algo más: si esta fue una acción inconsulta con el jefe,¿manifestó acaso Chávez su desacuerdo?
En segundo lugar, porque bastaría saber qué sucedió con los jóvenes que prefirieron darse de baja antes de cometer semejante crimen de leso patriotismo. En tales condiciones, esa acción voluntaria se parece a aquellas reclutas gomecistas donde los jefes civiles anunciaban cumplida la misión de completar su asignado cupo de voluntarios para servir a la patria, con el siguiente mensaje : "Ahí van los voluntarios; devuélvame los mecates". Por otra parte, en el momento en que escribimos estas cuartillas, no se tiene la seguridad de que el mandamás cubano asista a recibir el homenaje. Puede que lo haga, pero un hecho queda : no sólo Fidel, de suyo tan parlero, se ha abstenido de decir una palabra sobre el asunto, sino que el Granma, diario único de Cuba cuyas páginas siempre están llenas de todo lo que "el caballo" traga y expulsa, tampoco ha dicho nada del sensacional homenaje. Y por lo demás, si el propio Chávez se abstiene de asistir a un desfile por temor a que lo baleen como al presidente Sadat de Egipto, ¿por qué Fidel va a ser menos prudente? Cierto, se sabe que al cubano no le falta arrojo, temeridad, pero ¿qué papel va a hacer si a Chávez se le enfría el guarapo y le saca el cuerpo a una ceremonia pública, peligrosa?
Dicho esto, pasemos a analizar el hecho mismo del nombre de la promoción; cosa que haremos con la mayor frialdad posible, sin decir que sea bueno o malo. Lo que nos proponemos en las cuartillas siguientes es proponer, a los integrantes de la Fuerza Armada y a la opinión pública, unos elementos de reflexión.
I
Lo primero es si es pertinente, dentro de la tradición y los reglamentos de la Fuerza Armada, dar el nombre de una promoción a un gobernante extranjero. No se trata de que no pueda hacerse con una personalidad extranjera, con un héroe militar o incluso civil. Pero esta vez no se trata de eso: Fidel Castro, pese a que la propaganda pueda sugerirlo, no es Martí, ni San Martín, ni Morelos. Aun el más fanatizado de sus partidarios sería incapaz de negar que es, ante todo, el jefe del Gobierno de una nación extranjera, vivo y actuando. Por lo tanto, no se trata de un simple reconocimiento a un jefe de ejército aliado, a un teórico o gran capitán de la guerra. La Legión Británica recibió grandes honores, pero ella vino a pelear por los venezolanos, no contra ellos.
II
Ese jefe de un gobierno extranjero no es uno cualquiera. Se trata de un hombre que ha actuado en la política venezolana no en la forma escondida y más o menos diplomática como lo hacen otras naciones, sino de manera directa, confesa y, lo que es peor, armada. No sólo entregó dinero a la izquierda venezolana para comprar armas (en uno de sus primeros viajes a Cuba, Simón Sáez Mérida regresó con una maleta llena de dólares, unos 750.000, con los cuales sus compañeros del MIR le propusieron fundar un periódico; a lo cual él se opuso : "esto es para comprar armas" No se trata del cargamento de armas depositado en las costas de Falcón para las FALN; sino del envío de cubanos del más alto rango militar a pelear en las guerrillas venezolanas. Como es muy normal, esas guerrillas, esos cubanos, debieron enfrentar y matar a soldados venezolanos, cuyo sacrificio queda así sepultado en el olvido. Es fama que los nombres de esos compañeros muertos, los soldados los tienen inscritos, y suelen inclinarse reverentes, en las paredes de algún cuartel.
¿Consentirá Fidel Castro rendirles homenaje?¿Lo soportarán las madres, hermanos, esposas e hijos de los caídos bajo el plomo castrista? Cierto, eso sucede en todas las guerras y en los cambios políticos que suelen sucederse a lo largo del tiempo. Pero nunca nadie ha llegado al extremo de convertir al viejo enemigo en héroe epónimo. No se tiene noticia de una promoción de oficiales norteamericanos "Nguyen Van Giap" o de una promoción vietnamita "General Westmoreland". ¿Se imaginaría uno a una promoción de oficiales franceses entre las dos guerras mundiales aceptando el padrinaje del Mariscal Hinderburg? ¿O que una promoción venezolana, en los primeros tiempos de la república se llamase "Domingo de Monteverde" o "José Tomás Boves"? ¿O incluso "Pablo Morillo" por mucho que éste haya sido abrazado en Trujillo por el Libertador luego de acordar la regularización de la guerra?
III
Fidel Castro no se puede confinar allí, en la intervención directa y armada en un país ajeno. Él se jactó, desde el momento mismo de su triunfo, de ser el vencedor, y luego el destructor, de un ejército profesional. Todos sabemos que esa era una ficción, y que el sargento Batista había transformado ese ejército en una guardia pretoriana. Pero es que en la doctrina proclamada por el propio Castro y por el Che Guevara estaba inscrita en letras de oro la disolución de todos los ejércitos profesionales. Quienes vivimos esos tiempos, recordamos que una de las razones porque, recién salidos de una dictadura militar, los venezolanos que aclamábamos a Fidel Castro, lo hacíamos por su feroz prédica antimilitarista.
Pero quienes lo hacíamos éramos civiles, y nada tenía entonces de extraño ni mucho menos de absurdo que, por ejemplo, los egresados de las universidades bautizacen sus promociones con el nombre de Fidel Castro. Pero, ¿unos militares a quienes prometía la degollina? Eso hubiese sido tan disparatado como bautizar una promoción militar con el nombre de Mijail Bakunín, el frenético odiador del ejército.
IV
Hay algo más, que podría parecer formal, si no fuera porque los muertos no lo son. La guerra de Castro en territorio venezolano, contra Venezuela, fue una guerra no declarada. Pero la intervención cubana no sólo fue evidentísima, sino que nunca fue negada por el gobierno cubano, que no sólo se jactaba de hacerlo, sino que se entrometía en las peleas intestinas de los revolucionarios venezolanos, librando certificados de virginidad revolucionaria a algunos, condenando al infierno a quienes, por no seguir sus alocadas directrices, se convertían en viles "renegados", cobardones y agentes de la CIA.
Ahora bien, se podrá decir que eso pasó hace cuarenta años. Dejemos de lado el hecho de que esos cuarenta años demonizados le sirven de fácil coartada al actual régimen para justificar sus trapacerías. Pero la guerra mundial terminó hace más de medio siglo, y sin embargo, hay cosas que el mundo no olvida. Pero además, a países como Japón y Alemania, para aceptarlos como parte de la comunidad democrática, se les ha obligado a una autocrítica e incluso a pedir un humillante perdón por las atrocidades cometidas por sus soldados en la guerra.
¿Se ha excusado Fidel Castro por haber derramado sangre de soldados venezolanos? ¿Tan siquiera ha reconocido haber cometido un error invadiendo y ensangrentando territorios ajenos, a un país que no tenía interés alguno en guerrear con él y que, por el contrario, al inicio de su revolución por lo menos estaba inclinado, si no a apoyarlo, por lo menos a comprenderlo e incluso a justificar muchas de sus acciones, incluyendo el fusilamiento de los esbirros de Batista en un país como el nuestro, que fuera el primero en el mundo en abolir la pena de muerte?
No: que se sepa, no lo ha hecho, ni antes y ni siquiera ahora que se le rinde este insólito homenaje. De lo cual se puede inferir que continúan pensando que tenía razón. Que en el momento de recibir el diploma que lo acredita como padrino de una promoción militar, continúa pensando que los militares que cayeron abatidos por su balas, bien muertos están, merecían morir.
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