Las Tentaciones de Chávez
por Alexandre Adler | Le Figaro
Los inventores de la teoría del caos fueron poetas, precisamente porque eran grandes matemáticos. A esas virtudes, seguramente, debemos la metáfora que se ha hecho célebre, según la cual el aleteo de una mariposa en cualquier lugar del mundo puede provocar un huracán en el otro extremo del planeta.
Detrás de esta admirable comparación, debemos comprender que hay causalidades complejas que operan en la naturaleza o que hacen posible que objetos aparentemente insignificantes por su propia fuerza pueden causar, si se insertan dentro de dispositivos fulminantes, efectos sin proporción ninguna respecto a la importancia que mostraban al comienzo.
Las relaciones internacionales están llenas de ejemplos de ese tipo.
Recordemos, por caso, la operación de política interior en un comienzo, llevada a cabo por el presidente del Consejo italiano, Antonio Giolitti orientada, luego de haber solucionado la cuestión marroquí, a dar a su país un poco de prestigio y una ventana al sur del Mediterráneo; o, en otras palabras, el ataque a Libia perpetrado por los italianos, era al comienzo un asunto muy limitado.
Pero la rápida derrota que los italianos infringieron al ejército otomano, en una provincia absolutamente periférica y bien olvidada de Constantinopla, tuvo como efecto inmediato poner en evidencia las debilidades del nuevo régimen de los Jóvenes Turcos, brotado de la revolución liberal de 1908. No será necesario ni siquiera un año para que las potencias cristianas de los Balcanes imitaran el ejemplo italiano, ni tampoco dos años para que esas mismas potencias se desgarren entre ellas a dentelladas para obtener los despojos que dejara la caída de Salónica, y no serán necesarios más de tres años para llegar al atentado de Sarajevo, última consecuencia de la agresividad recuperada por el eje ruso-serbio y del vacío abismal dejado por un último descalabro del Imperio Otomano, que cálculos anodinos de política interior italiana condujeron, de hecho, al precipicio.
América Latina se halla actualmente en vísperas de una situación de ese orden, con la diferencia que a uno se le ocurren metáforas menos prácticas y más brutales para expresar con ellas la misma teoría de las catástrofes.
Pensemos, por ejemplo, que un movimiento brusco de la mandíbula de un primate puede provocar una erupción volcánica. El primate o gorila, habrán ya adivinado, es el aprendiz de dictador de Venezuela, Hugo Chávez. Y la erupción volcánica es evidentemente, fenómeno que ocurre por primera vez en su historia, un enfrentamiento generalizado que abarcará el continente entero, una de cuyas posibles consecuencias sería una nueva tensión en los mercados petroleros y de materias primas, y otra, la más elaborada preparación de una tensión política sin precedente entre China y EEUU.
Nos encontramos, en efecto, ante tres movimientos contradictorios en algún lugar del hemiciclo del mar Caribe, entre México y Caracas, capaces de conducir a la crisis mayor: el primero, está dado por la apertura, ahora sí indiscutible, de la crisis de la sucesión cubana; el segundo por el test de alternabilidad al que actualmente es sometido México y el tercero por la conversión progresiva de la estrategia económica china y su búsqueda de autarquía petrolera.
Agatha Christie se complacía en decir que nuestros pecados tienen sombras largas. Por cuanto Cuba había devenido progresivamente un elemento orgánico del imperio soviético, las mismas oposiciones surgieron en Polonia, Bulgaria o Alemania del Este: policías y militares reformistas, aliadas a una KGB partidaria para entonces de Gorbachov, buscaban las vías de las reformas mientras el aparato del partido se oponía a ellas. Pero, lejos de Moscú, los triunfadores resultaron el partido y Fidel Castro.
Gracias a una prodigiosa ampliación geográfica de esta contradicción, hoy nos encontramos, en el corazón de la América austral, con las dos tendencias en oposición creciente. Viejo amigo de los servicios secretos cubanos, depurados por Fidel Castro, el hombre fuerte del Partido de los Trabajadores de Brasil, José Dirceu, quien pudo retornar a su país gracias a la cirugía plástica que le practicaron aquellos servicios, encarna esta reconciliación con la modernidad por la cual el general Ochoa pagó con su vida en La Habana. Chávez, por el contrario –al igual que sus aliados populistas del arco andino, desde los colombianos que suelen secuestrar a comunistas hasta los narco-agitadores peruanos, bolivianos y, de más fresca data, ecuatorianos, etc– es un típico representante de esta fuga hacia adelante que los hermanos Castro emprendieron desde 1998.
Venezuela, inundada de médicos, agentes secretos y monitores deportivos, ha podido convertirse así en campo de batalla privilegiado del ala estalinista de la dictadura castrista.
El gurú argentino, antisemita confeso, Norberto Ceresole, que inspirara al chavismo en sus albores, ha sido ya remplazado por Heinz Dietrich, estalinista alemán, que trabaja codo a codo con los hombres de La Habana para estrangular, lo más rápidamente posible, lo que queda de democracia en Venezuela. Y es el caso que estos desastres venezolanos no pueden circunscribirse sólo al territorio “bolivariano” El poder propagandístico de Chávez, al igual que el de Perón en épocas pasadas, retumba en ese arco de países que, a través de Colombia y de América Central llega a México. Por doquier, la izquierda que es vigorosa se halla escindida por las mismas líneas ideológicas. En Colombia, encontramos a Lucho Garzón, el nuevo alcalde sindicalista de Bogotá, que enfrenta la dirección de las FARC; en Nicaragua la escisión se ha dado en el seno de los sandinistas y en México se presenta como inexorable la redefinición que hará el líder de la izquierda, López Obrador, en ocasión de su campaña electoral, inclinándola en un sentido o en el otro. Sólo por esta razón, el problema de Venezuela ha dejado de ser folclórico.
La tentación de Chávez de desencadenar un conflicto armado con la vecina Colombia, a fin de retomar el control de las Fuerzas Armadas y de aplastar totalmente a la sociedad civil, se inscribe perfectamente dentro de este proyecto.
Y es aquí donde desdichadamente interviene el factor chino.
De la misma manera que la Unión Soviética de otrora concebía su implantación en Cuba como la respuesta adecuada a la existencia de Berlín occidental en el corazón de su imperio, la China de mañana, víctima manifiesta de una fiebre autárquica, que podría agravarse brutalmente con el agotamiento que ya se puede entrever de un modelo de crecimiento fundado únicamente en sus exportaciones, podría decidir que Chávez y su Venezuela militarizada representaran la respuesta adecuada a la estrategia americano-japonesa de fortalecer a Taiwán.
Ya Chávez contempla la posibilidad de suspender las ventas de petróleo a Estados Unidos y de orientar todas sus exportaciones hacia el mercado chino. Y China acaba de ayudar a Castro a revaluar su moneda nacional. En un momento dado, estas tensiones, surgidas con un horizonte y con cálculos muy distintos, podrían converger. Es lo que se llama una catástrofe, en el sentido matemático del término, por supuesto.
Este historiador y antiguo jefe de redacción del semanario de política internacional Courrier International , es uno de los más reputados analistas franceses de geopolítica y estrategia.
Les Tentations de Chávez...lea la versión original
Versión Oswaldo Barreto, Tal Cual
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