Venezuela: Hacia el país-cuartel
Por Héctor Strédel | Notitarde
04.01.05 | Cada vez es más claro y definido el golpista-presidente en la exposición de su "proyecto". De las estudiadas ambigüedades iniciales, que a tantos engañaron y engancharon -Mayz Valenilla, Olavarría, Combellas, Escarrá, y no incluyo a Miquilena porque el veterano dirigente comunista sí sabía de los verdaderos alcances de la aventura antinacional- ha venido pasando progresiva y sostenidamente a la enunciación de los exactos contornos de su desmedida, de su descomunal ambición de Poder absoluto.
Cada vez se diferencia más de aquel presunto profeta de la democracia, de aquel "salvador de la Patria" que ocupó las calles y los espacios del país, de la mano de Miquilena, tan pronto como el Presidente Caldera lo indultó, le sobreyó la causa criminal -intento de golpe de Estado, centenares de muertos civiles y militares- por la que pagaba condena en la cárcel de Yare.
Hablaba de los pobres, de la democracia "verdadera", de "los niños de la calle", por los cuales se quitaría el nombre si no los redimía. Hoy suman miles más los niños de la calle y el golpista-presidente sigue usando el mismo nombre, en paladina traición a su promesa. Gobernaría para todos, sin exclusión, y simultáneamente se golpeaba el pecho en protestas de "amor" al pueblo y amenazaba con freír en aceite hirviente "las cabezas de los adecos".
Bolívar para allá. Bolívar para acá. Y juramentos de sagrado respeto a la letra de la Constitución y a los dictámenes de la ley. El suyo sería gobierno activo, de construcción, diligente. Y, por encima de todo honesto! Compromiso que hoy genera carcajadas nacionales frente a la descomunal corrupción consciente y consecuentemente prohijada por el golpista-presidente para enriquecer a sus esbirros y sigüíes, especialmente a la podrida casta militar. En la medida en que vino afianzándose en el Poder, con la sumisión y la obediencia de los distintos poderes públicos, y fundamentalmente en cuanto logró, a realazos, el control de la institución armada, comenzó a cambiar el discurso. A ser más desafiante. A desnudarse, paulatinamente, sobre sus "conchupancias" externas, especialmente, la referida al fidelato y a los escasos regímenes comunistas sobrevivientes en el mundo. Acentúa y continúa acentuando la militarización del país, al extremo de que no hay espacio del Estado ni de la administración pública excluido de la ominosa presencia castrense. Recuerda fervorosamente a Perón, el fundador de la tristemente célebre "internacional de las espadas", que tuvo su mejor expresión en Pinochet luego de largas décadas de dictaduras criminales en los países del sur del Continente. Se abraza con Kadhaffi y otra vez vuelve los ojos hacia Mao Tse Tung. Parece que no ha llegado el tiempo de que reivindique a Stalin y a Pol Pot.
Pero por allí va. O viene. Y en su alocución de fin de año a la institución armada, desde el patio de honor de Fuerte Tiuna, dictó la orden de que generales, almirantes, oficiales y soldados, así como la reserva, se incorporen definitivamente a la "revolución". Es decir, que de una buena vez, y sin tapujos ni máscaras ni disimulos, la fuerza armada actúe -ya lo hace, aunque a escondidas- como el instrumento fundamental de su gobierno. En rúbrica de la reiterada afirmación de que la suya es "una revolución pacífica pero armada!".
En síntesis, la institución armada deja de ser poder al exclusivo y absoluto servicio del Estado y de la Nación, -defensa de la soberanía, del territorio, de la Constitución y las leyes, del Estado de Derecho- para disminuir a -la condición de guardia pretoriana del golpista-presidente, como ya viene siéndola hasta en la comisión de atropello de los derechos humanos, de los derechos ciudadanos.
La República deja de ser civil y los ciudadanos perdemos nuestra condición de tales. La militarización avanza aceleradamente, hacia la definitiva conversión de Venezuela en cuartel. Con el golpista-presidente como jefe único, absoluto, inapelable. Y vitalicio!
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