Chávez en Madrid: España, por una pendiente descendente peligrosa
Editorial | El Semanal Digital
22 de noviembre. En política, al menos en la política real que se supone corresponde a los grandes partidos, el peor riesgo es la marginalidad. Este principio vale para la política interior y también para la exterior, y tiene en nuestras relaciones con Hispanoamérica un buen termómetro. Los acontecimientos de la última semana, como el fracaso de la Cumbre Iberoamericana soñada por José Luis Rodríguez Zapatero, colocan a España en una posición muy difícil. El presidente venezolano Hugo Chávez no ha hecho más que confirmar esa impresión en su visita a Madrid.
El Madrid de 2004 empieza a parecerse peligrosamente en las relaciones internacionales al de 1946: un país aislado de sus socios naturales, en relación de dependencia respecto a potencias decadentes y en relación de adulación innecesaria con muy discutibles líderes de la América hispana. Y todo esto porque un Gobierno se empecina en gobernar considerando más sus intereses ideológicos que los del país.
Hugo Chávez es, como mínimo, un hombre problemático. Es un militar golpista, ambicioso sin medida en lo personal, miope respecto a sus limitadas capacidades. Y aunque ha vencido diversas consultas democráticas es muy difícil definirle como un demócrata ejemplar. Tampoco es un líder renovador y populista, como pretende, sino un demagogo sin principios sentado sobre una sociedad desestructurada y sobre un enorme barril de petróleo.
Considerar a Chávez un punto de referencia para nuestra política exterior es un craso error. Además de un error, puede convertirse en una peligrosa pendiente descendente para nuestras relaciones con líderes americanos más serios. Son más que significativos el enfriamiento de relaciones con Colombia y las ausencias en la Cumbre Iberoamericana. Entre ellas, por cierto, la del "caudillo" venezolano.
Chávez sabe que puede permitirse ser prepotente y displicente con el actual Gobierno español. Sus partidarios acaban de destruir la histórica estatua de Cristóbal Colón en Caracas. Sus insultos a España son constantes. Su amistad con el tirano Castro, intensa. Y además se permite torear a nuestro ministro de Asuntos Exteriores, seguro de que se le permitirá todo. Es uno de los pocos amigos que nos quedan. Si eso es un amigo, claro.
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