La doble moral de Jimmy Carter
Por Antonio Sánchez García
Miércoles, 29 de septiembre de 2004 - En el colmo de su hipocresía puritana y anglosajona, Jimmy Carter se rasga las vestiduras por los peligros que para los próximos comicios electorales representa la falta de transparencia en las instancias electorales del Estado de Florida. Se hace eco de la opinión del The Economist, que señala que “las máquinas de votación parecen ser una buena idea, pero deben tener un respaldo en papel, de forma que los electores puedan verificar que sus votos fueron registrados correctamente y, algo crucial, que los funcionarios puedan contar los votos manualmente si hay un resultado muy cerrado o surge una falla imprevista, como seguramente ocurrirá. En unos comicios recientes en indiana, 5352 electores de alguna forma generaron 144.000 votos”. (El Universal, 27 de septiembre de 2004).
¿Cómo explicarse que el ex presidente Jimmy Carter, The economist y la clase política y empresarial norteamericana pongan el grito en el cielo ante la segura posibilidad de que “surja una falla imprevista” por el uso de maquinas electorales y no hayan titubeado en correr a legitimar un proceso en que las mismas maquinitas provocaron el prodigio de generar no 144.000 sino un millón ochocientos mil votos? Como aquellos grandes señores, que imponen un marcial puritanismo en el rigor de sus familias, pero disfrutan del prostíbulo y la jarana tan pronto se alejan algunos kilómetros de sus casas, así la clase política norteamericana. Que los demócratas venezolanos traguen grueso y se hundan entre déspotas y caudillos. A legitimar el fraude más prostibulario de la región. Pero a los habitantes de Indiana, Wisconsin o Miami, ni con el pétalo de una rosa. La misma doble moral de la izquierda europea: entre los indianos, vivan chavismos, guerrillas y castrismo. En casa: vade retro Satanás.
¿Cuál es la razón de esa doble moral? ¿Cuál su rasero? “Primero viene la zampada, luego viene la moral” cantaba Mister Peachum – el Jimmy Carter del Soho londinense de La Ópera de 3 centavos. Sumo empresario, gerente general y administrador de la corte de los mendigos, sabía perfectamente de qué hablaba. El mismo Bertolt Brecht escribió en otro lugar no saber discernir qué era más criminal: si fundar un banco o asaltarlo. ¿Lo sabrá nuestro empresariado financiero, tan dichoso del concubinato que celebra con el patrón del régimen? Jimmy Carter lo sabe. Está avecindado en las fauces mismas del monstruo. De allí esa doble moral del que funda y asalta. Dentro de los límites que auténticamente le atañen, en los propios Estados de la Unión, la más mínima sospecha da pie a poner el grito en el cielo. En una pobre, desangelada y caótica república bananera como la nuestra, ¿qué importan Smartmatic, la opacidad electoral, los chanchullos, trácalas y fraudes? En recompensa: el lomito petrolero a precio de gallina flaca.
Nunca quedó más al descubierto la hipocresía norteamericana que en la Sra. McCoy y Mister Carter. Sólo falta que la Casa Blanca invite a Jorge Rodríguez, Carrasquero y Battaglini de observadores imparciales a los comicios en Alabama. Tal para cual.
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