El Presidente Hugo Chávez Frías y el Espejo de Oesed
Por Ismael Pérez Vigil, tomado del Gusano de Luz
Magia, pero electoral, por cuya obra y arte, cambia la perspectiva política y económica de los pueblos. Los electorales siempre han sido tiempos de sueños y promesas, no siempre seguidos de los cambios ofrecidos, pero son momentos en los que la fantasía, y hasta la tolerancia, se expande. ¿A quién puede sorprender una promesa, cualquiera, en tiempos electorales? Y sin duda eso es lo que estamos viviendo en Venezuela, un tiempo más electoral que cualquier otro, porque por primera vez el país se juega en unas urnas, a conciencia, un cambio de modelo, de sistema, de valores. En 1998 también nos lo estábamos jugando, pero no lo sabíamos bien o entonces, no estábamos conscientes. Pensábamos que podía ser un nuevo tipo de populismo nacionalista; nos equivocamos ayer, hoy no.
Por eso, hoy, las promesas tienen que ser más agudas, porque tras cada frustración popular después de las promesas que no se cumplen, se estrecha la rendija por la que se cuelan los oportunistas. El candidato de Gobierno, como todo candidato de Gobierno, tiene que presentar obras y realizaciones y esa es la dificultad más grave de Chávez Frías. Después de casi seis años de Gobierno y de disponer de más 120 mil millones de dólares en ingreso petrolero, el desempleo esta por encima del 20%, se ha incrementado el subempleo y la buhonería, al igual que los crímenes violentos en las calles y la inseguridad personal, no hay tampoco seguridad social, ha aumentado la pobreza, la inflación, la devaluación reducen considerablemente el ingreso, en fin, con todo eso y más, resulta difícil convencer al elector de que la culpa sigue siendo del Gobierno anterior.
Chávez Frías, por obra de una estrategia, hasta ahora hábil de la Coordinadora Democrática —Chávez contra Chávez— es simultáneamente candidato del Gobierno y de la oposición. El Presidente se enfrenta a si mismo, a su obra de Gobierno. Lo que esta en juicio son seis años de insultos, de amenazas, de siembra de violencia, de persecución a enemigos, de destrucción de instituciones, etc., una de sus caras, una forma de ser, el “si mismo”, versus su otra cara: una obra de Gobierno de magras realizaciones, un Gobierno ineficaz. El candidato Chávez, con su personalidad y sus promesas, versus el Gobernante Chávez, con un deficiente y más que mediocre desempeño.
Chávez Frías se enfrenta al fracaso de su “revolución bonita”, la que no pudo resolver ni uno solo de los problemas graves del país. Que despilfarró millones de dólares, que vio enriquecerse de la nada a funcionarios públicos, diputados, personajes allegados al Gobierno. Pero su “revolución bolivariana” o como el la quiere llamar, su proyecto, no solo es un fracaso, sino que políticamente esta derrotado desde hace más de dos años, cuando se volvió inviable, cuando millones de venezolanos estuvieron dispuestos a lanzarse a la calle, y lo hicieron, para detenerlo. Solo falta el mero acto formal de revocarlo.
Ahora, plenamente poseído de la posibilidad de ser revocado, intenta recoger el agua derramada y se presenta conciliador, como el jefe de estado, como el estadista que nunca ha sido, para conducir “a esta nave que es Venezuela y en la que cabemos todos” como dijo —palabras más, palabras menos— en un discurso reciente en Maracaibo. Casi nos parecía estar escuchando al Presidente de otro país: tolerante, flexible, haciendo llamados a la razón, concediendo a la oposición, etc. Muy similar a aquel discurso del 14 de abril de 2002, cuando venía de su efímero exilio, en el que fue tratado como él no trata a sus enemigos, tras ser depuesto por su propio Estado mayor y reinstalado nuevamente en el poder por los mismos militares. A ese discurso siguieron y aun continúan, insultos, vejaciones, agresiones, represión, destrucción de más instituciones democráticas, concentración de poder, prepotencia, etc. ¿Por qué habríamos de creer, hoy, en la sinceridad de los discursos actuales?
El Presidente Chávez Frías ha entendido, finalmente, cabalmente, la posibilidad real de que pueda ser derrotado y que deba dejar el poder y esa perspectiva debe ser terrible para alguien a quien apasiona tanto el poder. Pero aun no ha entendido toda la naturaleza y el alcance de las fuerzas que se le oponen. El Presidente anhela una oposición que se le presente en los términos convencionales; que le ofrezca un rostro y un programa al cual combatir. Chávez Frías se sabe un buen candidato; esta plenamente consciente de su capacidad histriónica para transformarse y llegar a las fibras sensibles de la población. Anhela un contendor con un “Programa”, porque sabe que los programas a fin de cuentas son solo palabras. Palabras que se tuercen, discursos que se revierten, dudas que se levantan, incoherencias que saltan a la vista —como podría ser de otra forma en una oposición multipolar y democrática— por eso se desconcierta cuando lo confrontan con un espejo.
Cuando vio su imagen, Chávez Frías anhelaba que fuera el “Espejo de Oesed” de Harry Potter; aquel espejo, en el que no se ve la realidad, sino que cada quien ve, como indica su invertido nombre, el más profundo y desesperado deseo de su corazón. Chávez Frías quiere ver un candidato contra el cual batallar. Pero no, el espejo le devuelve su imagen, gastada por seis años de mal desempeño. Sabe que le tocara batallar contra si mismo, y es muy capaz de derrotarse, como ha derrotado a todos los demás candidatos que se le han opuesto. Esa perspectiva lo aterra.
El otro elemento que no ha comprendido Chávez Frías es que lo que ha despertado en su contra, con su actitud y su discurso durante estos seis años, es algo que va más allá de la Coordinadora Democrática, de los partidos políticos, de las ONG, de las organizaciones gremiales y sindicales. A lo que Chávez Frías se enfrenta es a los millones de ciudadanos que ven a su Gobierno como algo que los afecta de manera personal, que afecta su modo de vida y que solo conciben una salida: La revocatoria del mandato.
Los partidos se pueden equivocar; los candidatos también. El pueblo no se equivoca dos veces. A los millones de ciudadanos, que son la verdadera oposición irreducible de Chávez Frías, no les importa mucho el candidato que lo vaya a sustituir, ni les preocupa mayormente el programa de ese candidato. A quien le preocupa el candidato y el programa de la oposición es al Gobierno; es a Chávez Frías… y claro, a los que aspiran a ser ese candidato. Pero al ciudadano común solo aspira a participar en su selección, mediante elecciones primarias o un mecanismo similar y que los buenos deseos se concreten en un programa mínimo para la transición, un Acuerdo de Gobernabilidad, porque saben que de una oposición plural y democrática solo será posible un programa de consenso… y si no es así, ya conocen el camino para ponerle remedio. Los ciudadanos no vamos a regresar a nuestras casas después de la salida de Chávez Frías.
Pero la oposición todavía debe resolver varios acertijos, en los que no debe equivocarse. El problema no es interno, el problema es externo; las mezquindades internas se resolverán a su debido tiempo. Ahora hay que concentrarse en que el Gobierno se juega el todo por el todo; tiene todo por perder y va a resistir: Ha organiza un comando de campaña, moviliza a sus seguidores, gasta millones en franelas, equipos de sonido, megáfonos, toldos, movilizaciones, programas de radio semanales, funcionarios públicos dedicados a tiempo completo a la campaña electoral, dispone de los recursos del Estado sin medida. El Presidente esta en cadena de medios todos los días, con cualquier pretexto, y habla abiertamente, del tema del revocatorio y la derrota que nuevamente propinara a la oposición, sin que nadie lo detenga, sin que el CNE diga nada de esta conducta ilegal. Es más, uno de los rectores del CNE, Jorge Rodríguez, lo acompañó a juramentar sus comandos de campaña el 24 de junio y en transmisión conjunta de radio y televisión.
Chávez Frías esta respondiendo a la estrategia de la oposición —Chávez contra Chávez— tratando de convertir la contienda del 15 de agosto en una campaña electoral presidencial, normal, común y corriente. Por eso pide, clama, por un candidato y un programa. Ese será el primer reto de la oposición, no caer en la campaña del Gobierno, no caer en la tentación de presentarle un candidato, no facilitarle la tarea.
El segundo acertijo a resolver es no caer en la provocación del oficialismo. No responder a las provocaciones y a la violencia. El Gobierno busca retrasar, sembrar la duda de si el revocatorio se realizara o no; si será en la fecha acordada o se pospondrá para burlar la voluntad de los venezolanos. Todos contribuyen a esa estrategia: por ejemplo, el CNE no se reúne, no toma decisiones, las retrasa o decide cosas que no vienen al caso; o el TSJ toma decisiones —como la de la depuración del REP— que debió tomar hace casi un año, cuando se encargo el actual CNE y había tiempo para resolver cualquier problema sobre el Registro Civil y Electoral.
Mientras, tribunales y fiscales acusan a opositores por supuestos delitos cometidos hace años para mantenerlos encarcelados absurdamente; y a todo eso, hay que sumar las provocaciones de los seguidores del Gobierno en las calles y plazas publicas, las declaraciones de voceros del Gobierno, quienes con pieles de cordero y caras de yo no fui, solo persiguen que alguien se desespere y les siga el juego cayendo en la violencia. ¿Con qué moral hablan los voceros del Gobierno de violencia de la oposición por un episodio aislado como el de Alto Prado? Un gobierno que tiene más de 20 muertos políticos encima desde abril de 2002, sin resolver ni uno solo de los casos. Un gobierno que tiene presos políticos; cientos de agresiones físicas contra firmantes de la oposición, contra todos los que han intentado ir a la Plaza Bolívar o al CNE; contra la Alcaldía Mayor, etc.
Como siempre, el Gobierno juega en varios tableros; pretende mantener la “legalidad” y se queja de las acciones de la oposición, pero abusa del poder, arremete contra la oposición, retrasa decisiones, insulta y agravia. Pero más allá de todo eso, hay dos cosas contra las que el Gobierno no puede, que escapan de su control y eso lo desespera: Uno, que hay una fecha fijada, inexorable para la consulta popular de la que todo el mundo esta pendiente: 15 de agosto; y dos, que Chávez Frías se enfrenta a su mediocre desempeño de seis años. Esta vez se derrotará a sí mismo.
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