Venezuela y la Comunidad Internacional
Por Ismael Pérez Vigil, tomado del Gusano de Luz
Venezuela se siente una vez más blanco de la mirada internacional. Declaraciones de altos funcionarios norteamericanos. Replicas de Chávez Frías. Anuncios de visitas por parte de James Carter y Cesar Gaviria, para presenciar los reparos. Denuncias de los voceros de la oposición ante el descarado fraude contra los solicitantes del revocatorio Presidencial. Todo eso pone sobre el tapete la utilidad de los observadores internacionales, sobre todo cuando aun no se conoce su informe sobre el proceso de recolección de firmas. He sido defensor acérrimo del papel favorable que puede jugar la comunidad internacional en el conflicto político venezolano y sigo pensando lo mismo. Durante más de dos años, desde los acontecimientos de abril de 2002, nos hemos volcado hacia la llamada “comunidad internacional” para obtener un “certificado de buena conducta”. Pero ahora, es preciso hacer algunas reflexiones. Ya va siendo hora de reexaminar críticamente esa postura, sin complejos y desmitificando algunas cosas.
Si hay un pueblo democrático en América Latina, es el venezolano. Tras la Segunda Guerra Mundial, Venezuela dio asilo, trabajo y cobijo a miles de inmigrantes. Recibió a italianos, portugueses, españoles y europeos en general, que escapaban de las dictaduras o del hambre de la post guerra.
Mas recientemente, durante y después de los años 60, se acogió a Cubanos, Colombianos, Chilenos, Argentinos, Uruguayos, Paraguayos, Salvadoreños, Nicaragüenses, Hondureños, Dominicanos, Haitianos, Ecuatorianos, Peruanos, Brasileños, Panameños y Anglo Caribeños de diversos países, que por turnos y en diversas oleadas huían de las dictaduras gorilas o simplemente de la miseria de sus países y venían en búsqueda de mejores oportunidades económicas. Los gobiernos democráticos de esa “oposición golpista”, a la que hoy miran con cierta ojeriza no dudaron en acoger a socialistas, demócrata cristianos, social demócratas, liberales, populistas, comunistas, derechistas, conservadores, etc. a todos los recibieron siempre y a nadie se pregunto cual era su tendencia política, ni se desconfió de su genuino derecho a disentir y luchar por la libertad de la forma en que quisiera hacerlo.
Reacción ante abril de 2002.
Me encontraba en la ciudad de Washington cuando, en Venezuela, ocurrieron los sucesos de abril de 2002 que condujeron a la salida del Gobierno de Chávez Frías y su posterior reinstalación, después de dos días. En ambos casos como resultado de pronunciamientos militares. La circunstancia de encontrarme allí y el hecho de que desde hacía varios meses un grupo de venezolanos nos habíamos organizado, para apoyar a las ONG venezolanas que frecuentemente visitaban esa capital, nos permitió intentar algunas acciones ante los organismos multilaterales y en particular la Comisión Interamericana de Derechos humanos, para apoyar a la oposición democrática.
Nuestro trabajo de meses se había venido al suelo por esa conseja que se creó de la “oposición venezolana golpista” y el carácter de “victima” que supo adoptar y explotar el déspota venezolano Chávez Frías. Más grave aun, 44 años de democracia, sobreviviendo a insurrecciones armadas, intentos de golpe de estado, cambios de Gobierno entre partidos rivales, etc. tampoco sirvieron de nada. Como si se tratara de polvo, lo ocurrido en solo dos días borró más de 40 años de tradición democrática, de asilo a perseguidos, de apoyo a las democracias del continente, y a los ojos de la comunidad internacional democrática —sin que los partidos o la sociedad civil en Venezuela hubieran tenido un mayor papel en lo ocurrido, si acaso solo algunas individualidades aisladas— se creo una imagen de “oposición golpista”, que fue muy difícil de revertir.
Cambio de óptica.
Pero se logro, por el esfuerzo conjunto que hizo la oposición democrática. La OEA finalmente reconoció a la Coordinadora Democrática (CD), su Secretario General se instalo durante casi 8 meses en Venezuela, para mediar en un proceso de dialogo que concluyó en un acuerdo entre las partes en mayo de 2003. Los venezolanos en los Estados Unidos, y en el exterior en general, continuaron la tarea iniciada por algunos grupos como la Coordinadora Internacional Venezolana —que a pesar del nombre, nada tiene que ver con la CD— los grupos de Resistencia Civil Exterior y otros muchos, de organizar el apoyo a las ONG venezolanas y contribuir al desenmascaramiento del régimen autoritario de Chávez Frías.
No fue una tarea fácil. Implico muchas visitas a las principales ciudades norteamericanas y eropeas, viajes y misiones, idas y venidas de personalidades de ambos países, comunicados oficiales, informes de organismos multilaterales, investigaciones de ONG especializadas en la defensa de los derechos humanos, denuncias de violación ante los diferentes organismos, cartas al Departamento de Estado y a los Congresistas, reuniones con políticos, explicaciones de lo que ocurre en el país, foros, articulos, cartas a los periódicos y sobre todo por el trabajo constante, humilde, callado, de muchos venezolanos en el exterior, etc. la visión que tiene la comunidad internacional sobre lo que ocurre en Venezuela ha cambiado.
Gracias a esa labor, la mayor parte de la llamada “comunidad internacional” hoy en día sabe que en Venezuela hay un Gobierno de tendencia autoritaria, muy ineficiente, sin apoyo mayoritario, que gasta millones de dólares en campañas de lobby y de imagen internacional y que esta dispuesto a lo que sea por mantenerse en el poder. Y dispuesto a lo que sea significa: mentir y defraudar al pueblo, apropiarse indebidamente de los recursos del Estado, violar los derechos civiles y humanos, apresar a sus oponentes, torturarlos y hasta eliminarlos físicamente.
¿Pero, qué significa eso en la práctica?
Desgraciadamente ese cambio de percepción no implica, en la práctica, un cambio de la conducta por parte de esa “comunidad internacional” hacia lo que ocurre en Venezuela y hacía sus actores. Quizás no podía ser de otra manera, pues prevalece como una ley de hierro el principio de la no intervención. Por lo tanto, una vez más, hay que enfatizar el criterio de que la “comunidad internacional” no va a resolver el problema interno de los venezolanos.
Eso en la práctica significa dos cosas: Que nadie le va a dar un cheque en blanco al Gobierno autoritario de Chávez Frías, pero que tampoco nadie va a apoyar las aspiraciones de algún sector de la oposición, si es que algunos tienen aspiraciones en ese sentido, o hacer algo para que salga este Gobierno. Eso implica, entonces, un mantenimiento del “status quo” y que este Gobierno seguirá disfrutando del reconocimiento internacional, por ser un gobierno electo en comicios democráticos. Curiosa paradoja, quien se alzó en armas contra la democracia y ha tratado de destruirla, es quien disfruta de sus 44 años de desarrollo. Podemos hacer todos los ejercicios mentales que deseemos, en cuanto a eso de legitimidad de origen y de desempeño, pero eso, salvo conceptos bonitos que se lucen en discursos, no tiene mayor efecto.
Algunos ejemplos concretos.
Ilustremos la situación con un par de ejemplos. Por el país desfilan, constantemente, algunas personalidades que les interesa conocer de primera fuente lo que ocurre. Ver con sus propios ojos un fenómeno político de indudable interés y rareza, como lo es el proceso venezolano de resistencia de la sociedad civil a una “revolución” que esta destruyendo al país.
Entre esos visitantes hay, frecuentemente, algunos personajes del mundo de la prensa y los medios de comunicación, o de esa izquierda aséptica europea o norteamericana, generalmente invitados por el Gobierno, que vienen como “observadores imparciales”, naturalmente con todos los gastos pagados, y que luego nos bombardean con sus opiniones y escritos total y “objetivamente” sesgados.
Esos "observadores imparciales" solo ven las apariencias del problema, sus signos externos; no le cuesta nada convencerse de lo que les han vendido: Que todo lo que se cuenta de Venezuela es una exageración de la prensa nacional y de los otrora poderosos oligarcas, que perdieron sus privilegios frente a un presidente democráticamente electo y masivamente ratificado. Que tiene una Asamblea Nacional con una precaria mayoría, que pudiera perder en cualquier momento. Que en el país hay un Tribunal Supremo que en algunas ocasiones falla en contra del Presidente. Que el país tiene otras instituciones, clásicas de la democracia, como la Fiscalía, la Contraloría y la defensoría del Pueblo, electas por la Asamblea Nacional. Que en el país funcionan los partidos y que, usualmente, no hay presos políticos, sino algún que otro militar que se insubordino contra el Gobierno. Que no hay periódicos cerrados o censurados. etc. etc. Es un mundo “perfecto”, acorde con la imagen que de si mismo tiene el Gobierno.
Cualquier puede decir, con toda razón, que esto son solo las apariencias, que no están viendo las cosas a fondo, etc. Pero ese es precisamente el problema, ese es el mundo que “ve” ese visitante efímero, porque eso es lo que viene a ver; porque es lo que le interesa ver y por más que nos disgustemos, debemos reconocer que es fácil ver solo lo que le interesa o lo que el Gobierno quiere que vea.
Posición de los norteamericanos.
Otro ejemplo del concepto que se tiene del país lo representa la posición de algunos congresistas norteamericanos, de diversas tendencias, que han venido varias veces al país y cuyo Congreso acaba de tener una reunión o audiencia pública sobre los derechos humanos en Venezuela. A pesar de ese paso significativo, no nos llamemos a engaños, para muchos de ellos, su concepto de la actividad política no es muy diferente a la de nuestros dirigentes políticos: Inmersos en una campaña presidencial, lo único importante es lo que da dividendos políticos inmediatos, lo que da votos. Todo los demás, no importa mucho.
Entre ellos y en los Estados Unidos en general —en algunos sectores del Departamento de Estado, Universidades, Think Thanks, medios de comunicación, en los Organismos de apoyo a la democracia, que tanto preocupan a Chávez Frías, etc. — hay tres posiciones con relación a Venezuela: los que conocen, mucho o poco del país, y están genuinamente interesados y preocupados por nuestra suerte, pero que están amarrados de manos y es muy poco lo que pueden hacer. Pero están otros dos grupos: Los que saben, o creen saber, lo que esta ocurriendo y los que son unos soberanos ignorantes. Estos dos últimos grupos, sin embargo, tienen algunas cosas claras; una de ellas es que no se van a meter en nuestros asuntos, y eso me parece perfecto, mejor que no lo hagan; la otra es que los que tienen interés o negocios con Venezuela, los van a seguir teniendo, esté Chávez Frías en el poder o esté otro, y eso es lo único que les importa; y en el fondo a nosotros también.
De manera que, unos y otros, de estos dos últimos grupos, van a tratar de justificar su posición de no hacer nada —cosa que se ha complicado ahora con las violaciones a los derechos humanos— con una de dos racionalizaciones: Algunos han comprado el argumento de que Chávez es un gobierno legitimo, electo democráticamente y contra él la elite privilegiada (entre los que estamos nosotros) intentó un golpe de estado, porque les esta quitando sus privilegios para favorecer a los pobres. Los otros, no están convencidos de que Chávez sea demócrata o legítimo o que trabaje por lo pobres, pero no están dispuestos a hacer nada y lo van a justificar diciendo que: La oposición es golpista, esta desunida, no sabe lo que quiere o no tiene líderes, o todo eso, o lo que sea.
Lo importante es que para ambas posiciones, que son dominantes, cualquiera de esas razones, les tranquiliza su conciencia para no hacer nada porque no les importa o porque quieren seguir haciendo negocios con quien sea que levante el teléfono cuando llaman a Miraflores. Y mientras tanto, los que supuestamente no apoyan al régimen autoritario en el exterior, nos chantajean moralmente a nosotros para que no nos pronunciemos, para que no alcemos la voz, para que busquemos una “tercera vía”, para que asumamos posiciones "objetivas" que les tranquilicen la conciencia a ellos. Y mientras ellos asumen esa posición “neutral” y pretenden “desmovilizarnos” a nosotros, por aquí desfilan congresistas, artistas de cine, profesores universitarios y académicos, religiosos y religiosas, representantes de la izquierda americana, etc. financiados por el Gobierno venezolano y que se presentan en las emisoras del Estado y en la prensa, apoyando abiertamente al régimen o tratando de presentar una posición "objetiva", "aséptica", "neutral". Mientras, Chávez insulta a sus gobiernos y lideres, destruye las instituciones, nos hace trampas con el CNE, viola los derechos humanos y gasta millones de dólares -con empresas americanas y en los EEUU, claro- en hacer publicidad y lobby para desprestigiar a la "oposición golpista".
Necesidad de una nueva estrategia.
Yo no pienso que debamos seguir haciendo el juego a estos sectores, dejando de decir lo que pensamos y lo que pasa en el país, de la manera más dura y descarnada, para que ellos no se escandalicen y duerman tranquilos; porque de todas maneras, lo que nos han ayudado ha sido muy poco y mucho del auxilio económico lo han otorgado a donde no debe ser, a donde no ayuda, a donde solo ayuda a quedar bien con sus conciencias o han pretendido ponerle condiciones a esa ayuda que resultan intolerables e indignantes. Y de todas maneras, cuando el Gobierno de Chávez Frías hace el más mínimo comentario, paralizan o suspenden la ayuda.
Llego la hora de evaluar nuestra estrategia y eventualmente de cambiarla. Esa es la tarea que —en mi opinión— deben desarrollar los venezolanos que están en el exterior, que tienen la capacidad de actuar directamente y no a control remoto, de la manera eficaz y desinteresada con la que han venido trabajando: Buscar como único interlocutor a ese primer grupo del que hemos hablado, el que esta genuinamente preocupado por la suerte de la democracia y convencerlo de que debe asumir una posición más proactiva.
Son varias las tareas que en ese sentido se pueden realizar: Que llamen a sus congresistas o sus parlamentarios y les pidan cuentas acerca de su posición sobre el Gobierno venezolano, que viola los derechos humanos y los derecho políticos de sus ciudadanos. Que presionen a sus ONG y a los organismos multilaterales para que dejen las posiciones “neutrales”, que en la práctica solo fortalecen el Gobierno autoritario de Chávez Frías y que pidan a esas organizaciones que hablen claro, que digan lo que saben, que hagan públicos sus hallazgos sobre Venezuela y su Gobierno.
Si la comunidad internacional no modifica su actitud hacia una más proactiva, de apoyo a la democracia en Venezuela, que después no lamenten el curso de violencia que cada vez esta más próximo, debido al creciente y constante cercenamiento del estado de derecho en el que incurre el régimen: Burla al derecho político de revocar el mandato; eliminación de la imparcialidad judicial y control absoluto del Tribunal Supremo, mediante un exabrupto jurídico de la Asamblea Nacional; persecución de los opositores, mediante la “criminalización” de la disidencia y la oposición política; descarada impunidad ante las violaciones evidentes de los derechos humanos.
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